La reproducción de las especies podría verse afectada. Si la tendencia persiste durante tres años, comenzaría a haber una disminución de las poblaciones, reconocen los especialistas.
Richard García, El Mercurio. El trabajo en las aguas antárticas ha sido más sencillo este verano. Los científicos han tenido buen tiempo e incluso bajo el agua hay una claridad desacostumbrada, cuenta Leyla Cárdenas, bióloga marina de la U. Austral e investigadora del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (Ideal).
Pero este escenario benigno se debe al preocupante aumento de la temperatura. El jueves pasado en la base argentina Esperanza se registró un récord de 18,3 grados.
En el agua también se está percibiendo el incremento térmico. “Las temperaturas en la columna de agua no suben más allá de los 2 grados Celsius en un año normal, pero nosotros monitoreamos este verano temperaturas de alrededor de los 3°C. Y 1°C en el agua es mucha diferencia para cualquier organismo que vive en este ambiente tan extremo”, dice Cárdenas, cuyo principal objetivo es descifrar la adaptación de esta biodiversidad única al nuevo escenario.
En particular, su interés apunta a los corales fríos, ya que, al igual que en las zonas tropicales, estos generan un hábitat para otros seres vivos.
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