Aunque es el único continente libre de coronavirus, la pandemia está teniendo otros efectos indirectos en la Antártida. ¿Qué pasa con el trabajo científico en terreno y cómo previenen el riesgo de futuros contagios?
Victoria Danneman, Deutsch Welle. Después de la partida del personal de la última campaña de verano y el fin de la temporada turística, la estadía durante el invierno no es interrumpida por visitantes. Este año coincidió además con las medidas de confinamiento y cierre de fronteras en el resto del mundo.
Detrás de esa aparente calma, sin embargo, está la preocupación de los científicos por la continuidad de los proyectos, como detallan investigadores alemanes, argentinos y chilenos, consultados por DW. También hay temor de que el virus llegue al continente helado.
“Siempre existe un riesgo potencial y se deben intensificar las medidas sanitarias y de protección. La Antártica es el único continente donde no ha llegado el coronavirus, pero a su vez es el más vulnerable pues el confinamiento en las bases y embarcaciones tiene el peligro de que si se contagia uno, se pueden contagiar todos”, alerta Humberto González, director del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL), de Chile.
Irene Schloss, investigadora del Instituto Antártico Argentino (IAA) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Centro Austral de Investigaciones Científicas coincide: “Hay preocupación. De llegar una persona infectada, podría generar una cadena de contagios que afecte al personal que ha pasado el invierno aislado en las bases antárticas. En caso de emergencia, si bien la evacuación es posible, no es sencilla ni rápida y conlleva riesgo”.
“Un contagio puede ser muy riesgoso en el contexto de bases aisladas y de limitadas capacidades para atender manifestaciones masivas de la pandemia”, reconoce Marcelo Leppe, director del Instituto Antártico Chileno (INACH).
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