La diversificación de especies ocurrió hace unos 10 millones de años, según investigadores de las universidades Austral y de Magallanes, cuando apareció la corriente marina que circunda el continente antártico y que se convirtió en una barrera que impide el intercambio entre ambos pedazos de tierra.
Richard García, El Mercurio. La genética está demostrando que no basta con la forma para distinguir una especie de otra. Esto está ocurriendo especialmente a nivel de invertebrados y algas.
El ejemplo más reciente es un estudio en que se compararon a nivel molecular grupos de especies de macroalgas del mar austral y de la Antártica, y que a simple vista parecían ser las mismas.
“Recolectamos poblaciones a ambos extremos del paso Drake y descubrimos que resultaron ser unidades evolutivas completamente distintas”, cuenta Claudio González, científico del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la U. Austral y la U. de Magallanes, quien participó en el estudio.
Cuenta por ejemplo que, en el caso del grupo del alga verde Ulva intestinalis , en realidad resultaron ser dos especies completamente diferentes que ni siquiera estaban emparentadas.
Los científicos concluyeron que hay linajes diferentes a ambos lados del paso Drake. Pero esto no ocurrió por la separación de ambos continentes debido a la tectónica de placas, ya que eso se produjo hace unos 40 millones de años. En cambio, el análisis realizado reveló que esta diversificación de especies había tenido lugar unos 10 millones de años atrás, lo que coincide con la formación de la corriente marina que circunda el continente antártico y que se ha transformado en una importante barrera que impide el intercambio de especies con Sudamérica desde entonces.
La investigación se enmarca en el proyecto de tesis de la estudiante de la U. de Magallanes Paula Ocaranza, que contó con el apoyo de González, y de Marie Laure Guillemin, especialista en algas de la U. Austral.
“Esto es una prueba más de que la biodiversidad en el océano austral es más amplia de lo descrito”, dice González, quien reconoce que gran parte de las listas de especies tiene más de 100 años. “Hay que hacer una revisión de la taxonomía y no solo en los grupos de macroalgas”.
De hecho, el especialista cuenta que estos resultados corroboran al menos cinco ejemplos previos con invertebrados antárticos y sudamericanos en que los análisis genéticos han mostrado que, pese a su forma idéntica, se trata de especies distintas. La lista incluye a bivalvos, gusanos, babosas de mar y estrellas de mar.
Ahora lo que está pendiente es estudiar los aspectos ecológicos y fisiológicos de las especies identificadas para ver dónde está la diferencia entre ellas. “Sabemos que están a ambos lados y sometidas a ambientes completamente distintos”, dice González.
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