Por Dr. Rodrigo Torres – Diario de Aysén.
Recientemente una empresa canadiense, “Oceaneos Soluciones ambientales”, anunció que pretende fertilizar el mar frente a Coquimbo para estimular la producción marina. La empresa planea inyectar fertilizantes que utilizan el hierro como compuesto activo para impulsar el crecimiento de las algas microscópicas del mar (fitoplacton), que sustentan los niveles tróficos superiores, como peces. Ciertamente la creciente necesidad de proteína marina, transforma esta idea de manipular un ecosistema marino en un “emprendimiento”, logrando cierto respaldo de un mundo cada vez más ávido de materias primas. Esta iniciativa, se publicita como una vía para aumentar los recursos marinos sobrexplotados, lo que puede parecer como una idea simple y perfecta para quien no conozca en detalle el funcionamiento de los ecosistemas. En este sentido, los científicos llevan más de una década advirtiendo que este tipo de manipulación ecosistémica altera significativamente las tramas alimentarias oceánicas y los ciclos biogeoquímicos, en formas que son muy difíciles de evaluar y controlar.
En Chile, los planes de “Oceaneos Soluciones ambientales” han recibido el férreo cuestionamiento de un grupo de investigadores del Instituto Milenio de Oceanografía (IMO), los que rápidamente advirtieron los riesgos de la manipulación del ecosistema marino, para la integridad de éste y para las comunidades costeras, explicándolos y haciendo un llamado a las diferentes instituciones medio ambientales a tomar parte en el asunto. La empresa se defiende (ver http://www.elmostrador.cl), argumentando que su actividad en el fondo es científica y que éste es un experimento de fertilización piloto, a pequeña escala que no busca retribución económica. Sin embargo, es válido suponer que el interés económico que subyace a la actividad de esta empresa puede sesgar ambos ámbitos, la forma de hacer ciencia y la correcta evaluación de los riesgos.
Cuando se depende de los resultados para subsistir, el sesgo científico puede darse tanto por acción como por omisión… Por ejemplo, se podría investigar solamente los efectos económicamente positivos de una fertilización del océano. El ánimo de manipular un ecosistema salvaje, de difícil observación y del que normalmente sólo vemos su superficie, unido con un conocimiento rudimentario de su funcionamiento, es la receta perfecta para cosechar efectos indeseados. La ciencia realizada con una mirada reflexiva, altruista, desinteresada, transparente y participativa es la vía para sentar las bases del cuidado y el manejo de nuestros mares. Una empresa extranjera, relativamente nueva, con un personal reducido no puede garantizar resultados ni puede hacerse responsable de eventuales “externalidades ambientales”. Por ello hago un llamado a evitar que este tipo de “emprendimientos” prosperen, ya que podrían constituirse en un precedente nefasto de intervención “ecosistémica” sin los cuidados y resguardos necesarios dando pie a otras iniciativas de esta índole. Ciertamente, yo no dejaría pasar un elefante por mi cristalería.