“La abundancia y la diversidad es enorme, comparada con otras pares de Chile y el mundo”, explica Luis Miguel Pardo, biólogo marino que lideró la investigación.

Los anfípodos, nombre científico de estas pulgas, pueden llegar a medir 15 centímetros en la Antártica.
Ariel Diéguez, Las Últimas Noticias.- Las pulgas de mar, crustáceos parecidos a los camarones, viven a sus anchas en el fondo marino antártico. Un grupo de científicos, encabezados por el profesor de la Universidad Austral e investigador del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL), descubrió en el continente blanco un paraíso de estas criaturas, cuyo nombre científico es anfípodos.
“La abundancia y la diversidad es enorme, comparada con otras partes de Chile y el mundo”, explica Pardo, también doctor de la Universidad de Laval, Canadá.
El investigador estuvo en la Antártica en enero de este año, dirigiendo los trabajos en Bahía Fildes, en el marco de la 53 Expedición Científica Antártica.
Buzos científicos utilizaron aparatos parecidos a aspiradoras para capturar especies entre los 5 y 20 metros de profundidad. Esto fue clave en la investigación. Antes los buzos sacaban fotos o capturaban los animales con la mano. Eso hacía que los anfípodos, muy móviles, huyeran rápidamente. “Como antes no eran muy recolectados, no se pensaba que pudieran ser tan abundantes”, cuenta Pardo.
No sólo la cantidad fue una sorpresa. También la variedad. La expedición capturó unos que se alimentan de organismos muertos, otros que son herbívoros y otros que son carnívoros.
Explica Pardo que una de las razones del desarrollo de las pulgas de mar en esta zona es la baja tasa de depredación. “La Antártica es un ecosistema que se ha mantenido estable por mucho tiempo. No hay depredadores móviles muy rápidos y que coman organismos que son duros ¿Qué depredadores tienes en la Antártica? Estrellas de mar, por ejemplo, pero no tienes jaibas. Los peces son muy lentos”, cuenta. El continente blanco está protegido de alguna manera por una corriente circumpolar fría y muy pocas especies son capaces de atravesarla.
Las hembras de los anfípodos tienen una bolsa tipo incubadora, parecida a los marsupiales, donde se desarrollan los huevos.
Calcular su edad es difícil. “Cambian de piel, de exoesqueleto, entonces no dejan un registro como un caracol o como un árbol, al que le puedes contar los anillos en el tronco. No me atrevería a dar una edad”, explica.
Cuenta que en la Antártica hay un fenómeno que se llama gigantismo, que afecta a varias especies, entre ellas a los crustáceos. “Hay anfípodos que llegan a mil por ciento de su tamaño normal en latitudes más bajas”, asegura. Eso significa unos 15 centímetros.
Tienen 7 pares de patas y 6 pares de apéndices abdominales. En forma simple, 13 pares de patas especializadas: unas capturan el alimento, otras están encargadas de defenderse y otras nadan.
Los anfípodos, dice Pardo “son un componente importante en el ecosistema del fondo marino”, parte esencial en la “trama trófica” de la zona, es decir, la red de interacciones entre animales y vegetales.